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lunes, junio 27, 2005

La Igualdad como forma de desigualdad

“Lo que están esperando las personas que viven en condiciones de pobreza, no es que les demos cosas, sino que seamos capaces de generar vínculos de amistad con ellos, encontrar nuevas oportunidades para salir de esa condición.”
Benito Baranda



Se ha puesto de moda en nuestro país hablar de desigualdad social. El común de los mortales entiende este concepto como la distancia entre ricos y pobres. De manera entonces, que si se habla de aumento de desigualdad social, se refiere a un aumento de la distancia entre ricos y pobres. De lo que sigue que si esto es así, vale decir, que la brecha entre pobres y ricos se ha alargado, entonces eso sería malo para un país. O como lo subtituló un semanario de empresarios y políticos efectuado recientemente, “una vergüenza para Chile”.
Cómo casi todo el mundo coincide con el concepto, parece innecesario detenerse en él y continuar entonces de inmediato con las soluciones. Esta metodología la he visto aplicar siempre en mi vida: actuar de inmediato frente a una causa y buscar rápido la solución. Pero no importa, ni analizar las causas ni adoptar una solución. Hemos sido eternamente light para esto. Todos tenemos opinión, todos tenemos soluciones, pero verdaderamente pocos tienen la voluntad de transformar y cambiar lo malo en algo bueno.
Desigualdad es lo contrario de igualdad. Voy al diccionario de la Real Academia Española y encuentro: “Igualdad: Conformidad de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad”. ¿Queda claro qué es igualdad?, Intentemos una segunda acepción, “Correspondencia y proporción que resulta de muchas partes que uniformemente componen un todo”. ¿Está más claro ahora? Parece que no mucho.
¿Qué queremos al expresar que debemos preocuparnos por la desigualdad social?
¿Que los grupos sociales estén en mayor armonía con la naturaleza, con formas de vida, con tipos de calidad o respecto de cantidades? ¿O que todos los grupos sociales aspiren a una mayor correspondencia y proporción respecto de un todo? Esta segunda interpretación me parece más coherente respecto de lo que creemos de desigualdad social. Pero, así aceptado, ¿este concepto une o es coincidente entre los distintos grupos sociales? La bandera de la igualdad se ha enarbolado como una bandera de lucha demagógica casi siempre. No existe el convencimiento básico de lo que se quiere, y aunque existiese, no existe la voluntad mínima para avanzar en ese propósito; peor aún, ¿quién quiere igualdad? Los sectores más pobres quieren dejar de serlos, o sea, quieren ser ricos, y los ricos no quieren dejar de serlos, obvio. ¿Qué se comparte entonces? Y por otro lado, ¿lo que queremos es una sociedad de ricos? ¿Ser ricos es nuestra máxima aspiración?
Yo sueño con una sociedad desarrollada, en que todo el hombre sea digno de su condición de hombre, que tenga acceso a la educación, pero a una educación de calidad, que tenga acceso a la salud, pero a una salud de calidad, en definitiva, que todo hombre tenga una buena calidad de vida, armónica con el medio ambiente, respetuosa de las individualidades y de las libertades personales, pero solidaria como actitud permanente y no por reacción circunstancial. Una sociedad como la que sueño no parece posible en nuestro país.
Hace poco leía un reportaje en Revista Cosas, sobre las bondades de vivir en el sector de Chicureo, al norte de Santiago. Entrevistaban a una señora, quién justificaba haberse mudado allí, ya que en el condominio donde viven tienen escuelas, parque de diversiones, y hasta una laguna para navegar en botes, gimnasio, spa, cajeros automáticos, aire limpio, sistemas de seguridad sofisticados, en fin, no es necesario salir de aquí, estamos felices, decía.
Esto no puede ser en nuestro país. Son verdaderos gethos de ricos. Y están aumentando. La idea que subyace en esto es: yo no quiero vivir en este país, solo me sirve para darme dinero, para así poderme ir a vivir al getho. Esos niños que crecen en los gethos, ¿cómo serán cuando adultos? No podemos soñar con un país solidario si no nos damos al otro, si no somos capaces de aceptar que hay alguien que está sufriendo más que yo, que hay alguien, en tanto ser humano igual que yo, que la está pasando mal, y que eso me conmueve, que me conmueve en silencio, sin trompetas, sin vociferar, sin dar una cuota para el Hogar de Cristo; me conmueve porque siento que no es justo, porque me siento mal, porque me revela, pero también, porque quiero asumir riesgos, tengo que conocer a ese otro que la está pasando mal, tengo que relacionarme con él, acogerlo, acompañarlo, creer en él.
He tenido el privilegio de participar en iniciativas que responden de alguna manera a esos sueños, de acercar los mundos, ricos y pobres. Y creo que a la larga, yo he sido más favorecido que los que pretendí ayudar. La pedagogía de la pobreza, con su generosidad, sacrificio, solidaridad real, acogida y amistad, no lo he encontrado en los círculos de los ricos. Pero lo más aplastante para mí, es que uno no hace nada y te lo agradecen como si lo hubieras dado todo. Una frase del Padre Hurtado siempre me ha interpelado: “No des por caridad lo que te corresponde dar por justicia”. Desde una perspectiva cristiana, la enseñanza de Jesús es en esa dirección, acercarse entre los mundos, hacer mío el dolor ajeno, ayudar a cargar la cruz, porque me corresponde, no porque te quiero ayudar, no porque soy bueno, buena onda, sino porque lo siento como carga mía.
Si fuésemos capaces de asumir mayores riesgos, para que la próxima vez que nos encontremos con una persona pobre, nos atrevamos a conversar con el, conocer de sus inquietudes, crear vínculos de amistad, y quizás integrarlos a nuestra vida para superar la temporalidad y transformarla en permanencia, en actitud de vida. Lo recomiendo, ustedes saldrán ganando.
Mientras tanto, dejemos que otros continúen masturbándose con las desigualdades sociales. Tienen tiempo para perderlo.
Eso.

1 Comments:

  • At 5:08 a. m., Anonymous Anónimo said…

    ¡y yo que pensaba que era bueno vivir en condominios!
    ¿estaré mal?

     

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