BLOG BILINGUE

OYE TU, SABÉS DONDE ESTÁ EL PARKINSON?

martes, diciembre 12, 2006

LA VOLUNTAD DE DIOS


Espero que sepas también darle la oportunidad a Dios que te muestre, quizás, algo de su voluntad.
p.Luis Roblero S.J.
Muchas veces nos preguntamos cuál es la “Voluntad” de Dios. Ello porque el concepto está presente siempre en los creyentes. Si rezamos el Padre Nuestro, decimos “hágase tu voluntad…” Le estamos pidiendo a Dios que se haga su “voluntad”, o sea, que lo que El pida se cumpla por sobre todo lo que nosotros queramos o hagamos. ¿Estamos concientes de esto? ¿Hemos tomado real conciencia de que es eso lo que queremos? En el Antiguo Testamento encontramos muchos ejemplos en que Dios interviene directamente en los hombres pidiéndoles a veces, sacrificios como la vida de uno de los hijos. ¿Hay un Dios tan cruel que nos pida eso, y que estemos dispuestos a hacer esa voluntad? O un Dios, que en aras de salvar al pueblo de Israel, hace abrir el mar para que ellos puedan pasar, y cierra el mar para que se ahoguen miles de egipcios, ¿Es esa la voluntad de Dios?
Intentando abordar desde nuestra débil perspectiva teológica, lo que se denomina la “toma de conciencia”, que no es otra cosa que asumir la omnipresencia de Dios en nuestras vidas (Salmo 139), podemos intentar descifrar cuáles son los signos más nítidos de la voluntad de Dios para nosotros.
Y ciertamente, para los cristianos, existe un hecho esencial: Dios “decide” enviar a su Hijo, Jesús, a salvarnos, Y lo hace de la manera más perfecta: que sea uno más entre nosotros. Que se integre a la vida humana desde la anunciación de María hasta su muerte en la cruz. Esa es la perfecta Voluntad de Dios. Lo que Jesús hace, dice, interpela, anima, justifica, descentra, descoloca, ama, pide, ríe, en fin, lo que hace en toda su vida, encontramos lo que Dios mandante quiere de nosotros. En el seguimiento mas de cerca de Jesús, para tratar de imitarlo, poniendo en obra en nuestro tiempo con nuestros recursos y nuestras limitaciones, su enseñanza, que está en el Evangelio, encontraremos la voluntad de Dios puesta al servicio de los hombres.
Podremos pensar que no es más que eso, pero “eso” es mucho. ¿Cuántos de nosotros, al despertar en la mañana, hacemos un bosquejo de lo que haremos en el día? ¿Incluimos en ese programa diario alguna de las tareas que Jesús le encomendó al hombre? ¿Cuántas veces en nuestras vidas no permitimos conmovernos y, al revés, nos aislamos frente al dolor humano? ¿Cuántas veces hemos tendido la mano a nuestros “enemigos”? ¿Y cuántas los hemos perdonado de “corazón”? ¿Cuántas veces hemos asumido la impronta de estar del lado de los “pecadores”? ¿Cuántas veces hemos actuado como el joven rico que no quiso dejarlo todo por seguir a Jesús? ¿Cuántas veces hemos ofendido, pensado mal, o juzgado a otros injustamente? ¿Qué significa para nosotros el autodenominarnos cristianos, si no estamos dispuestos a dar nada de lo nuestro a otros? ¿Qué sentimos por el más pobre? ¿Por el que sufre? ¿Qué parte de nuestro tiempo lo regalamos a los demás?
Pero animémonos, la experiencia de sentirse amados por Dios, aún con nuestras trancas, miedos, egoísmos, toda nuestra miseria, es ciertamente reconfortante. Jesús nos mira y nos espera. Nos acoge y nos respeta, nos quiere y nos apoya. Qué mejor aliado que El. Nuestro amigo incondicional perfecto.
Por ello, la invitación es a darse ánimo. Hay Alguien que se la juega por nosotros. Día a día. Y espera que alguna vez queramos comprometernos con algo de su voluntad. La voluntad de Dios, expresada en Jesucristo, está dada para ti, para mí, y para todos. Y no es un contrato ni nada parecido. Es una invitación. Sin exigencias, sin garantías, sin plazos. A nuestro ritmo, a nuestro tiempo, a nuestro querer. Ni más ni menos.
Eso.