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miércoles, noviembre 02, 2005

¿QUIERO SER MAS FELIZ?


Dedicado a todos los que quieren sermás felices; partiendo por mí

Las personas buscan siempre la felicidad. Esa es una frase normativa. Como una verdad con características de dogma de fe. Pero, ¿Porqué la buscan? Pareciera ser que la felicidad está en algún lugar y por lo tanto, de lo que se trata es de encontrar dicho lugar y, consecuencialmente, ser feliz. Entonces el paradigma sería en busca del camino que nos conduce a encontrar la felicidad. Cómo quién busca un tesoro escondido. En adición, la felicidad se erige como un status al cual podemos acceder cumpliendo ciertas condiciones –internas y externas-, algunas de ellas tienen que ver con el comportamiento. Esto es cultural. “Si te portas bien entonces te compro un dulce”, suelen decir los padres a sus hijos; es decir, un dulce te hará feliz, pero para acceder a el, debes portarte bien. ¿Qué es portarse bien y que tiene que ver esto con la felicidad? Hace poco leí una entrevista al escritor Hanif Kureishi quién decía “Para nuestra generación es más importante ser felices que ser buenos, y no hay mucha relación entre ambas cosas”, y, refiriéndose a sus padres quiénes permanecieron juntos durante 40 años, ha dicho que tanto tiempo juntos implica que fueron “leales y fieles el uno con el otro”, a lo que el escritor interpela si acaso lo que realmente pasó es que“fueron desleales e infieles consigo mismos”. La percepción de que una pareja ha vivido muchos años juntos, no significa mucho en relación a la felicidad. Un conocido hombre de la televisión chilena, de avanzada edad, tuvo hace unos años un infarto al miocardio, que lo retuvo en la UCI de una Clínica de Santiago por mucho tiempo, con peligro vital. Al salir de su crisis, el Cardiólogo le aconsejó: “ahora que Ud. logró salir de esto, puede hacer lo que quiera para ser feliz” “¿Lo que quiera Doctor?” preguntó el señor, “si lo que quiera” respondió el facultativo. Entonces llegó a su casa, arregló una maleta con su ropa, y se despidió de su esposa. “Chao, me voy a vivir sólo, eso es lo que he querido hacer por mucho tiempo”. La esposa atónita se quedó sin habla.
Muchos tienden a pensar que lo que este señor hizo es un acto de egoísmo. Puede ser. Pensar en sí, sin tomar en cuenta el dolor de los demás. En este caso, sería provocar el dolor de su esposa compañera inseparable por más de 50 años. Esto supone el siguiente análisis opcional: permanecer juntos y ser desgraciados o abandonar a la familia y hacerla desgraciada. “La búsqueda del placer produce placer, pero también dolor. Todo depende de si uno puede soportar todo ese dolor. Provocar el caos puede ser el precio que se debe pagar por el deseo”, sentencia Kureishi.
Desde hace algún tiempo con mi mujer hemos empezado a frecuentar un pub. Me impresiona encontrar rostros conocidos que andan con otras parejas. En ese vendaval de pareja-diversidad, nosotros parecemos como los patriarcas de la noche, como representantes de una dinastía que se extingue rápidamente. Cual talismanes, aparecemos en la fiesta de la diversidad como seres algo anacrónicos interfiriendo en un mundo de antifieles, lo que supone hasta un dejo de hostilidad para nosotros, como si representáramos una vida casi inexistente, como si fuésemos resabios de un pasado al que nadie quiere volver. En dicho pub, hemos sido bautizados jocosamente como los “tíos”.
He provocado la discusión con mis hijos en torno a la felicidad. Debo ser sincero: ellos me han superado en el análisis sensitivo del concepto. Y me ha llamado la atención particularmente la percepción que una de mis hijas ha dado al respecto: “Yo creo que el hombre siempre es feliz. Feliz en todo momento y en todo lugar. Es como tener una felicidad básica, que a veces aumenta y otras disminuye. Si tu analizas lo que pasó en tu día –continua entusiasmada-, siempre habrá cosas, por mínimas que sean, que te harán a veces imperceptiblemente feliz. No hay un día en tu vida conciente en que no encuentres algún segundo de felicidad.”
Siguiendo esto, la idea no sería buscar fuera de nosotros la felicidad perdida, sino qué hacer para aumentar el volumen de ese vaso que contiene felicidad, con la seguridad que tenemos un mínimo garantizado, que está ahí para siempre. De lo que se sigue que en el intento de ir llenando ese vaso, seguramente generaremos dolor o desgracia a los demás. (Es justo considerar que esta teoría puede resultar algo ingenua en aquellos casos en que la persona está en una situación de riesgo depresivo u otro episodio de alteración de ánimo severo, ya que a ellos les costaría mucho entender esta posición, la que se valida más bien en las personas que no tienen mayores alteraciones en la conducta). De la importancia que le demos a ese dolor ajeno será el resultado del volumen felicitario en nuestras vidas. La pregunta es: ¿quién nos pide que renunciemos a seguir llenando el vaso en pro de mitigar o manejar el dolor ajeno? Vuelvo al ejemplo del pub. Aquellos que se muestran liberados de su antigua condición, y que están en una situación aparentemente más feliz, ¿Porqué entonces nos ven como una suerte de amenaza? ¿Está la felicidad realmente ligada a ganar espacios de libertad individual? ¿Qué motivó a ese hombre octogenario a irse de la casa y vivir sólo? La respuesta a estas preguntas será la de siempre: depende de cada uno. La felicidad es un sistema intrínseco y no extrínseco. Los miedos a perder o ganar felicidad los genera cada persona, y los disfraza externalizándolos. Cuántas de aquellas neo-parejas del pub no cargan consigo el prurito de la disconformidad respecto del paso que dieron, o tal vez la frustración. Pero también podríamos decir que el paso que dio el señor de la TV, fue el mejor paso que podría haber dado.
La conducta del señor de la televisión aparece algo radical, extrema, puesto que supone un cambio definitivo en su vida, en busca de la felicidad.
La idea de este artículo es mediatizar respecto de las actuaciones de las personas proponiendo que éstas sean temporales, que complementen su estado actual de felicidad, mas que favorecer opciones definitivas, salvo en casos extremos en que la temporalidad queda superada por los hechos.
La temporalidad así entendida, implica conceptualmente aparejarlo con la idea de parcialidad, es decir, cambios parciales y temporales en nuestras rutinas que buscan aportar placer individual, sin perturbar mayormente el sentido relacional colectivo, es la base del modelo argumental de este artículo.
Como forma de apoyo a lo planteado, podemos citar un ejemplo: hace unos días aparecieron artículos en la prensa de matrimonios que recomendaban tener camas separadas. Decían que eso contribuía a una mayor unión de la pareja. Parece contradictorio a primera vista, pero tiene un sentido: sentir mayor placer conjunto. El dormir –no es un misterio para nadie- es uno de los mejores recursos de que dispone el hombre para su descanso. Si además pensamos que algunas veces las personas se desvelan, roncan, o tienen diferentes horarios para acostarse, entonces parece lógico que se respeten sus tiempos y duerman separados. Eso no arriesga el amor de pareja, ya que es una opción libre, voluntaria y conversada. Es decir, la falacia que debemos dormir juntos porque sería feo no hacerlo, hoy por hoy no resiste mayor análisis. Como este ejemplo, hay muchos otros que, conduciendo a estadios placenteros, no ponen en riesgo la relación, sino que al contrario existe una gran probabilidad de robustecerla.
Si la felicidad depende de nosotros, significará entonces que será legítimo arriesgarse a dar pasos que en nuestra evaluación, nos darán nuevas fuentes de placer que vayan llenando ese vaso que aludimos. Y todo lo que se haga en esa dirección estará bien.
Bien, pero no necesariamente bueno.
Eso.