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martes, octubre 04, 2005

A PROPOSITO DE YIN YIN

En estos días hemos sabido de la traída a Chile de los restos de Juan Godoy, Yin-Yin-, sobrino de nuestra divina Gabriela.
Los restos de Yin-Yin fueron dejados junto a los de su tía, en su querido Montegrande, en el Valle de Elqui.
Yin-Yin había muerto suicidándose, aparentemente por un amor imposible.
Curioso, ya que por otro lado, el gran amor de Gabriela, Romelio Ureta, también había muerto por suicidio.
Gabriela cargó con esas dos penas. Y quién sabe, si esas penas hicieron crecer su don de escribir. Esas penas se transformaron en una ágil y eximia pluma que inmortalizó en sus obras a la gran poetisa que hoy alabamos. Podríamos de alguna manera decir que esas penas provocaron en Gabriela una resiliencia que se plasmó a través de la poesía.
Pero no sólo lo gatilló en la literatura. Gabriela fue adoptando un carácter y temple que la llevó a posicionarse en los selectos escenarios de la intelectualidad internacional. Ella expresó su opinión en tiempos en que las mujeres eran claramente discriminadas, y no tomadas en cuenta. Gabriela fue tenaz impulsora de ganar espacios para la mujer, que la dignificara y la revindicara en sus derechos frente al poder masculino.
Y en ello fue una mujer destacada, adelantada a su época, visionaria, y luchadora.
Algunos mediocres al ver el peso intelectual de Gabriela, cuál crápulas de pacotilla, trataron de enlodarla con comentarios respecto de una relación lésbica que ella mantendría. ¡¿Qué habría pasado hoy, de saberse eso ?! No habría importado. No sería tema.
Pero queda su legado, no sólo literario sino su ejemplo de vida, de mujer sufriente, de mujer valerosa, de mujer chilena, como tantas otras que anónimamente día a día, dan la lucha por ocupar un espacio que les pertenece de sobra.
En estos tiempos, en que se avecina una elección de Presidente, me enorgullezco que una mujer chilena tenga la primera opción para gobernarnos. Eso.