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OYE TU, SABÉS DONDE ESTÁ EL PARKINSON?

miércoles, mayo 30, 2007

18 MINUTOS

Por varios años he caminado hasta mi lugar de trabajo por las mañanas.

No es mucho, apenas 18 minutos.

Me alcanzan justo para hacer el ejercicio ignaciano de la pausa diaria.

Me alcanzan esos 18 min. para encontrarme con diversos caminantes -iguales a mi- con quienes a fuerza de tanto encontrarnos, intercambiamos una sonrisa equivalente a un afectuoso saludo.

Estos caminantes son de diverso tipo. Los hay quienes cual ejecuivos de grandes empresas visten un elegante traje, con corbatas de color destacado y caminar casi altanero. Uno de ellos lo encontré en un banco del barrio... era el guardia. Tambien me encuentro con nanas que van conversando la mañana, analizando el capitulo de la teleserie de moda. Nada parece apurarlas, desde que se quedan varios minutos conversando en la esquina antes de despedirse.

La caminata es un ingreso a una comunidad de compañeros caminantes. Los hay amigos y colegas de trabajo, con quienes tengo la oportunidad de compartir temas relajados, distendidos. En tan original esta comunidad, que suelo encuentrarme, por ejemplo, con una mujer de caminar rápido y vista concentrada al frente, que lleva a un perro pastor (ovejero) aleman. Ambos caminan al mismo ritmo. No se distingue quién lleva a quién. Con el tiempo he logrado con el perro intercambiar una mirada, cosa que aún no he podido con ella.

Entre los comuneros, también está un señor que trota y trota sin cesar. Amigos caminantes me han dicho que lo han visto trotando a distintas horas por otros lados de la ciudad, distantes de mi trazado. Alguien me dijo que solo trotaba. Nada más.

He visto formar y terminar parejas. He visto escolares, universitarios y obreros; mujeres solas, hombres solos. Abuelos y abuelas. Risas y llantos.

Y perros, muchos perros, algunos de los cuáles mantengo una larga amistad. De invierno y verano. De mañana soleada o nublada. De ladrido potente o débil. De pasado aristocático o humilde. De jóvenes y viejos. Grandes o chicos. Soberbia amistad.

Ellos me han confidenciado que en esos 18 minutos puedo - si quiero- apreciar la sinopsis de la vida misma. La verdad de nuestra existencia. Qué privilegiado soy.

Y estoy por creerles.
Eso.