Semblanzas de Mi Madre
Cuando nací, lo primero que mis ojos vieron fue a mi Mamita.
Ella me miraba con ternura, emoción y singular amor, porque no solamente era su
hijo, sino que era el tercer hijo.
Después de mi nada. Cierre de fábrica.
Parece una especie de
fantasía metafórica, pero recuerdo la escena de una Madre y su hijo, en
la primera noche del recién nacido, donde solos, experimentan la primer
comunicación profunda. Aquella que queda sellada a fondo en nuestros corazones.
Me imagino a ella hablándome de mi futuro, del devenir de mis acontecimientos,
con base desde 1954, cuando un 21 de
agosto decidí salir a conocer el nuevo hábitat. Como Pancho Puelma, ella me
cantaba “serás ingeniero o mejor arquitecto…”
En esa primera noche, en la más profunda de las
intimidades, sólos ella y yo, hicimos un pacto de querernos y respetarnos,
mientras duren nuestras vidas, mientras suceda lo que suceda, mientras en fin, seamos
protagonistas de nuestra historia. Pacto indestructible hasta el día de hoy,
hasta el de mañana, hasta la eternidad. Me recuerda una viaja canción que
escuchaba cantar a mi mamá en el baño “…pasarán más de mil años muchos, yo no
sé si tenga amor la eternidad…”
Y así he tratado y, creo, logrado lo que Ud. esperaba
de mí: ser un hombre digno. Nunca mediocre. Siempre solidario. Eternamente querendón.
Aspirar, en definitiva, a que Ud. se sintiera orgulloso de mi.
Hoy, a mis casi 60 años, le quisiera preguntar eso: ¿He
sido motivo de orgullo para Usted, basado en el plan trazado aquella noche fría
del 21 de agosto de 1954?
Mi madre es delgadita, frágil, entera, digna y observante,
rebelde, valiente y fuerte.
Todavía, a lo lejos, la escucho todavía cantar una
vieja canción –Recuerdos del Ipacaraí- (“donde estas ahora, que tu canto ahora no
llega a mí…”) en ese perfecto escenario que es el baño. La recuerdo devorándose
las novelas de Corin Tellado, lo que denota
su profundo espíritu romántico, que la transportó hasta encontrar aquellos brazos que le dieron el
calce perfecto.
Veo a mi madre rebelde, con una prestancia digna, y una mise n éscene que invoca sólo a aquellos
ungidos por la mano de Dios, para que sean en la vida, verdaderos líderes, con
dignidad, con coraje, con sabiduría.
Volviendo a ese diálogo tan particular de mi primer noche
de vida, Ud. me hablaba de Familia, que tenía dos hermanos, que debíamos estar
unidos porque nunca se sabe en qué momento llegará la hostilidad, y más vale
estar preparados. Porque en cualquier instante aparece el cambio en nuestras
vidas –cambio que podría ser brusco y radical- y debíamos enfrentarlos con
valentía y dignidad.
Ese cambio llegó (aunque en verdad no fue el único
cambio que se presentó en nuestras
vidas), y fue superior a cualquier escenario imaginable.
Quizo el destino que de alguna manera yo fuese protagonista
indirecto, cariacontecido con la inmensa ola que se acercaba. No tuve las respuestas adecuadas, pero que estaban garantizadas con
la transparencia del alma. Hoy estoy tranquilo, pues Ud. decidió bien. Tuvieron
que pasar algunas décadas para que un alma rebelde, pero imbécil como la mía,
difícil de subyugar, como fue su
enseñanza cuando nací, pudiese reconocer, asumir y aceptar la infranqueable
realidad. Era mucho pedir para un pendejo
de 8 años. Qué sabía de emociones, de ver brillar el lucero desde la
cosmovisión que nos depara el cielo Elquino. Sin embargo, aunque tal vez sea
tarde, le pido perdón por mi reacción, aquella tarde que voté por el NO,
mientras mis dos hermanos mayores aprobaban sin reparos el new age que allí comenzaba.
Después vino un cierto abismo, que tenía ramas de
donde colgar para no caer. Ud. Mamá fue la que puso esas ramas de salvataje,
que me hicieron de a poco regresar a la humanidad .
Eso vino con la creación de una nueva Familia, nuevos
Hermanos, a quiénes quiero mucho, y que
vinieron a este mundo también con
una misión: refrendar el amor de sus padres.
Cuando ingresé a la U, mi madre me enviaba cartas
llenas de cariño, llenas de esperanzas. Cartas que esperaba ansioso, y que
hablaban de la actualidad micro y macro.
Cartas que de tanto releerlas, las
aprendía de memoria. Ud. no sabe todo el bien que me hicieron esas cartas,
fueron determinantes para mantenerme de pié.
Fuimos díscolos; rebeldes con o sin causa, peor aún, fuimos
seres jugados, como Usted Mamá. Somos su raya para la suma, y seguiremos honrando
el legado que, desde esa fría noche de nuestro primer día de vida, Ud. mirando
el lucero, en una limpia noche vicuñense, sin nieblas, nos habló de coraje, de
dignidad, de consistencia y de jugársela por el amor, no importa como sea. Corin
Tellado pagó el pato: ni siquiera en
sus mejores novelas, pudo escribir la vida como Ud. la ha escrito.
Al finalizar mis palabras, recurro a San Ignacio de Loyola:
puedo decir sin complejos que puedo parame como un ser digno y agradecerle por
todo lo bueno que Ud. ha sido en mi vida, quiero pedirle perdón por tantas y
tantas cosas que pudiendo hacerlas o evitarlas, las hice o no; y pedir la
gracia al Dios que yo creo, que le dé larga vida a your Magesty, mi Madre.
La quiero
mucho.
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