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domingo, enero 14, 2007

MALDITA PRIMAVERA

La brisa helada -otoñal- de aquella mañana de mayo no empañò la alegría que vivimos a la hora del almuerzo cuando nos juntamos con el Director de INFOCAP Stgo. El nos alegró la existencia con una propuesta de ensueño: que INFOCAP IV Región pasase a depender de INFOCAP Stgo. Era el anhelo nuestro practicamente desde que esa noche de agosto de 1994 decidimos -un grupo de locos entre los cuales me incluyo- formar la Corporacion Padre Hurtado para poder traer el proyecto INFOCAP a la Región. Que se materializara esto ahora era casi sublime. Signficaba entre otras cosas un reconocimiento a tanta gente que se involucró de muchas formas a este proyecto: voluntarios, profesionales, dueñas de casa, empresarios, profesores y, como centro de todo, los queridos alumnos que vieron en INFOCAP no solo una esperanza, sino que mas que eso, vieron vida, vieron luz. Que INFOCAP por fin pasase a depender de Santiago era la materialización de un sueño, por lo cual todos eufóricos abrazamos la noticia como quizás el mejor regalo de Dios: continuar con la obra a favor de los pobres, de la manera tan particular como lo hacen los jesuitas, inspiradores de nuestro proyecto.

Así como el otoño nos trajo este regalo a través de sus hojas zigzagueantes salidas de los nobles árboles; la primavera se encargó de sepultar el anuncio otoñal. La primavera, aquella que es musa inspiradora de tanta belleza, de tanta esperanza, esa misma, se encargó de decirnos "despierten". Esa primavera que llega con sus flores a danzar, aquella que trae el amor y el canto de los pájaros, las flores en su plenitud, que hace que hasta el cactus de la costa se embellezca (parafraseando a Neruda); esa primavera, en fin, que el hombre espera, llegó con una noticia de muerte, de desolación, de no vida: ya no sería posible realizar este sueño, es más, ya no sería posible ser.

Mi plegaria es para que los hombres admiren más el otoño, porque sus hojas dan vida, más que las imperiales magnolias, que las coquetas orquídeas, que los fulgorosos claveles; el otoño hermano, hermana, nos permite ver que la vida es. Y el otoño, imponiéndose a la primavera, nos permitó vivir una vez más la alegría de saber que Dios existe.
Eso.