Hace un tiempo atrás escribí en este blog acerca de aquellos almaceneros que -cual héroes- se mantenían abriendo cada día sus puertas para atender a sus clientes. Mas que clientes eran personas conocidas. Tal es así que cuando una llegaba, don Erwin -el dueño-, lo saludaba mencionando el nombre "buenos dìas don Sergio...".
Era -de alguna manera- un refugio de humanidad en el tenebroso "mercado" que nos invade.
Deme un cuarto de mortadela.
Tiene queso. Qué es eso, contestaba socarronamente don Erwin.
A cómo tiene las papas?
Le queda pancito.
Ese queso de cabra llegó muy caro.
Anóteme esta compra por favor...
Todas estas interacciones eran lo común de cada día desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche.
Anda a donde el Erwin a comprar pan.... era una petición muy común en mi casa.
Estará abierta la casa rosada...
Fue al partido anoche.
Oiga que le pasó al vecino de al lado, le entraron a robar?
Ciertamente había humanidad, eso que no existe en los gigantes que nos azolan por todos lados.
El 1ero. de enero de este año cerró sus puertas este bastión de los seres humanos. No pudo más. A 50 metros se había eregido una mole de color verde musgo, de muchos metros cuadrados, quecon sus enormes tentáculos terminó por matar a la Casa Rosada.
Como era facil de preveer.
Ando buscando otros almacenes, que todavía existen por lo que han contado.
Los busco porque representan la esperanza de que la humanidad aún existe. Más allá de la modernidad, más allá del progreso, más allá de las ofertas, más allá de las tarjetas.
Busco lo que queda. Antes que lo exterminen todo.
Gracias don Darwin porque nos regaló junta a la compra, algo que no tiene valor en dinero: sentirse personas.
Tiene queso? Qué es eso?
Eso.
