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OYE TU, SABÉS DONDE ESTÁ EL PARKINSON?

jueves, junio 30, 2005

¿Es Chile un país de personas Humildes?

Humildad: (del Lat. humilitas): Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.
Diccionario de la Real Academia Española



Hace tiempo que tengo la idea de escribir acerca de algunos aspectos de la forma de ser de nosotros los chilenos. Esta idea me nació en una oportunidad en que por mi trabajo me tocó recibir una visita de Colombia. Durante el viaje que hicimos a Huasco, me comentó que le parecían extrañas algunas actitudes de los chilenos. Me dijo que cuando recién llegó al país los compañeros de oficina que la fueron a recibir al aeropuerto la invitaron a muchas partes.. “uno de estos fines de semana podríamos ir a Viña; otro podríamos hacer un asadito; cualquiera de estos días podemos ir a comer, te invitaré a mi casa, etc.” Cuando llegó a su hotel estaba agobiada con tantas invitaciones; “de donde sacaré tiempo para responder a tantos compromisos”, pensaba. Pasó un año y ninguna de las múltiples invitaciones se concretó. ¿Porqué? Por que acá somos así. Cuando nos encontramos con alguien que hace tiempo no veíamos, una frase recurrente es “cualquier día podríamos juntarnos para conversar con más tiempo…”, ese cualquier día no existe y lo sabemos, lo sabemos ambos, son sólo frases de buena crianza, que en nuestros códigos las entendemos, pero que a los ojos de un extranjero es algo raro, por decirlo de alguna forma.

Es nuestra manera, debemos asumirla. Como cuando encontramos a alguien conocido en la calle y le decimos, hola, ¿cómo estás?, cuando en realidad la mayoría de las veces no escuchamos la respuesta (que casi siempre es “bien ¿y tú?”). A veces me pregunto que pasa si le contestamos “mal”. Tal vez correríamos el riesgo que nos respondan “qué bueno, me alegro”. No existe la posibilidad que el otro establezca una relación empática a partir de esa pregunta “¿cómo estás?”, porque esa pregunta es sólo un saludo, nada más. Al revés, si respondemos por ejemplo “bien, super bien”, eso hará que nuestro ocasional interlocutor sí se interese y quiera ahondar en la respuesta, y con algo de duda aún preguntará “¿sí?, que bueno que te vaya bien”, pero en muchos casos se pensará que está mintiendo, que no es verdad. Porque no cabe en nuestro concepto que alguien diga a la primera que le ha ido bien. Casi siempre es al revés. Recuerdo en el tiempo que estudiaba en la universidad, que un compañero siempre al terminar las pruebas salía acongojado; “¿cómo te fue?” le preguntábamos, “super mal” contestaba. Después siempre era la mejor nota del curso. Tal parece que a nosotros nos causa pánico salirnos de nuestra falsa modestia. Preferimos asegurarnos y mentir, para que si después nos va mal, estemos blindados contra la burla. Porque al menos en ese tiempo, a aquel que se atrevía a decir que le fue bien en la prueba y después le entregaban una mala nota, era víctima de las más despiadadas burlas. Hay en esas actitudes un dejo de inseguridad crónica. Pero también mucho de mediocridad.

[1]Hace poco escuchaba una charla de Fernando Flores que se refería a un tema muy de moda hoy: los blogs. El pidió a los asistentes que levantaran la mano quienes sabían algo del tema, tímidamente levantaron algunos la mano. Después solicitó que levantaran la mano, de esos que ya la habían levantado, aquellos que habían trabajado en el tema. Fueron unos pocos en sala que se atrevieron. Después pidió que levantaran la mano los que no sabían nada del tema, y sorpresivamente muchos del los que habían levantado la mano antes, la volvieron a levantar. Así somos.


Otro aspecto que me llama la atención es siempre querer diferenciarse de los demás, en el sentido de tomar ventaja. Por ejemplo, no hay falacia mas común que decir: “yo siempre digo lo que pienso”. La verdad es que casi nunca decimos lo que pensamos, siempre guardamos algo, siempre escondemos algo para negociar, le tememos a la franqueza, que a su vez se interpreta como pedantería en esa institución nacional que es la falsa modestia. No queremos –o no podemos- aparecer ante los ojos de los demás como queriendo sabérselas todas; y tiene sentido: la experiencia nos indica que cuando somos auténticos, se te etiqueta de cualquier cosa –todas negativas-, pero nunca como un ser auténtico o sincero. Corres el riesgo cierto del “chaqueteo”, una de las instituciones nacionales más sólidas y más antiguas: nuestra incapacidad total y absoluta para reconocer sinceramente que el otro tiene méritos. Si la persona asciende en el trabajo, entonces debe ser porque “le hace la pata al jefe”, porque tiene influencias, o porque es familiar o amigo de alguien importante.

Eso conlleva a una sociedad reprimida por nuestras propias costumbres culturales. Es vergonzoso lo que se hace debido a estas malas costumbres. Nuestro país se dio el lujo de entregar el Premio Nacional de Literatura después que habían recibido el Premio Nobel. A propósito, nosotros nos damos otro lujo: cuando nos referimos a nuestros Premios Nóbeles de Literatura, lo hacemos con un desprecio que es insultante para nosotros mismos: Gabriela Mistral fue una lesbiana, y Pablo Neruda fue un comunista, no más que eso..

Somos capaces, muy capaces, es verdad, pero nosotros mismos ponemos freno a nuestra perseverancia. Marcelo Ríos fue N°1 del mundo en el tenis, pero fue incapaz de perseverar en ese nivel. Es como si nos conformáramos con demostrar que nos la podemos, pero de ahí nada más. Y eso viene desde niños. Es típico el comentario del padre respecto de su hijo: “este cabro es inteligente. Cuando quiere se saca un siete, pero es flojo.” Como que nos autoachatamos. Somos capaces de tener medalla de oro olímpica, de presidir altos organismos internacionales, de liderar iniciativas internacionales; de promover con éxito tecnologías en países desarrollados; de ser profetas fuera de su tierra, donde no te achaten, donde no te chaqueteen, pero llegas aquí, y te pasan la cuenta. Eres lo que eras, no lo que eres o proyectas ser. Nos queremos poco como ciudadanos de este país. Nos solazamos con el pelambre, con la derrota del otro. Nos encanta el cahuín y los tropiezos, principalmente de alguien exitoso. Somos felices cuando vemos en el suelo al que se vanaglorió del éxito. Nos gusta ver mal al semejante, para después tenderle paternalistamente la mano y levantarlo. Gozamos con eso.

Mostramos nuestra animadversión para con los argentinos, pero en el fondo nos gustaría ser como ellos. Siempre me ha causado admiración cómo los argentinos se quieren entre ellos. Es cierto, pelean, pero se quieren, y también quieren a los exitosos, aunque no sean argentinos. Buena lección para aprender.

Como dice el periodista Pablo Halpern[2], en el mundo de los negocios nadie en Chile se atreve a usar la palabra NO. Lo que predomina, dice Halpern, es la mentirilla dilatoria que hace perder tiempo, crea falsas expectativas, y dilapida esfuerzos. Buscar trabajo o presentar proyectos es una experiencia tortuosa. Rara vez se encuentra alguien que frontalmente dice gracias, pero esto no me interesa. Lo normal es no devolver llamados ni correos electrónicos, a no ser que provengan de personas importantes o que nos pueden ser útiles en algún momento en la vida. Las puertas quedan ilusoriamente entreabiertas siempre, aunque en la práctica estén completamente cerradas.La inclinación por hacer las cosas bien en el trabajo no es lo obvio. La gente llega a las reuniones mal preparada, impuntual, se saca la vuelta, se roban ideas y no se da crédito a las contribuciones de otro si se puede evitar.
En materia de estatus, nuestro arribismo es notable. Prejuzgamos a las personas a partir de la marca del auto que tienen, el barrio en que viven, la ropa que visten o el lugar en donde veranean.
Concluye Halpern, que virtudes tenemos muchas. Y no somos ni remotamente el peor lugar en que nos podría haber tocado vivir. Pero vaya que nos cuesta confrontar el lado oscuro de nuestra identidad.

Quizás una buena forma para comenzar a revertir esto, sería hacer un inventario de los múltiples atributos que tenemos y hemos tenido los chilenos, como primer paso para abandonar esa falsa modestia, esa falta de humildad, que permitirá partir por reconocer nuestras propias limitaciones, lo que nos abrirá el mundo para acoger más sinceramente a nuestros semejantes. Por ahí tal vez, comenzaremos a ser más humildes.
Eso.

1 Pablo Halpern, en su columna de Revista El Sábado de Diario El Mercurio, 10/06/05

lunes, junio 27, 2005

Don Darwin, los 990, los 2x1 y otras yerbas…

Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo, y así como todo cambia que yo cambie no es extraño, pero no cambia mi amor, por más lejos que me encuentre, ni el recuerdo ni el dolor de mi pueblo y de mi gente…
Mercedes Sosa, Todo cambia

Curioso lo que nos pasa en este mundo mundializado con el comercio. El primer síntoma de este cambio lo dieron los caracoles comerciales en los años setenta. Después fueron los hipermercados, y finalmente los malls. Y cómo nos ha cambiado!

Cerca de mi casa aún sobrevive un almacén de aquellos que había antaño. Su dueño es don Darwin. No sé como no ha cerrado. A mí me gusta comprar allí. Es cierto que es más caro, que no hay mucha variedad, que no te dan boleta si no la pides. Pero esos almacenes tienen algo que es irremplazable: humanidad. Uno tiene la oportunidad de establecer un contacto con la persona que te atiende, puedes comentar el clima, los resultados del futbol, en fin, cualquier cosa, y se establece un diálogo, una comunicación. Uno deja de ser un sujeto para pasar a ser persona. Uno deja de ser un cliente para pasar a ser un vecino perfectamente diferente a otros vecinos que se acerquen. Y si continúas volviendo a comprar, muy luego el almacenero te dignificará aún más, conocerá tu nombre y la atención será personalizada: “Buenos días don…” “¿Cómo está?”, será el comienzo de una relación dignificante que se pondrá muy por sobre la idea del sujeto que quiere comprar algo. Como una terapia simple y barata, recomiendo ir a comprar a esos heroicos almacenes, antes que la aplanadora inexorable de nuestra modernidad mundializadora de cuenta de ellos y los extermine. Vayan aunque sea más caro. ¿Es más caro? ¿Cuánto vale sentirte persona?

Y como estamos en el tema de la comercialización, hace tiempo que quería referirme a un aspecto de este tema, que me ha llamado la atención desde que comenzaron los famosos malls. Normalmente las grandes tiendas invaden nuestro hogar con revistas que invitan a comprar-consumir, a crear la adicción por consumir. Y es muy fácil. Basta leer la revista y tentarse. Las llamadas ofertas o promociones. ¿Se han fijado en los precios? Todos son terminados en cifras “quebradas”: $14.990, $7.990, $1.990.990. Estamos en presencia de la cultura de los “990” Será muy difícil –casi imposible- encontrar algún precio que sea por ejemplo $20.000; o $1.500. Todo es disfrazado a un valor 990. Así entonces si Ud. compra un calzado que cuesta $39.990, comentará después que le costó ”treinta y tantos mil”, pero en realidad le costó $40.000. Los invito a que hagan ese ejercicio la próxima vez que vayan a una multitienda, y encuentren algún precio con valores enteros y cerrados. Les aseguro que será una tarea muy difícil.

Otra cosa también que me llama la atención son las famosas promociones, por ejemplo, las 2x1, que significa que por el precio de un producto, se pueden llevar dos. Muy buena promoción, no es verdad? Así es como la persona se llena de chalecos de colores que sólo te lo pones una vez, o compras tallas mas chicas porque las de tu talla no están en promoción, o compras algo que te queda bien y otra cosa inservible.

Pero no importa, estás comprando dos cosas por el precio de una.

También me ha llamado la atención promociones por compras “superiores a”, en que puedes comprar tal cosa solamente pagando “$...”. Conozco una persona que aprovechando esa promoción, compró una máquina secadora de uñas. Como esa mamá encontró tan espectacular la promoción, se compró dos máquinas. Cuando las llevó a su casa, su hijo atónito le preguntó “Mamá porqué te compraste esto, si tu nunca te pintas las uñas”. Esto me recuerda un chiste de Coco Legrand, quién comentaba que un amigo fue de viaje con su familia a Miami, y de regreso contó que se había comprado una máquina despejadora de nieve, que estaba baratísima; y el Coco le dijo: “imbécil, para qué la compraste si tu vives en Arica…”. Mis hijos han bautizado este fenómeno como “oferta-adicción”.

Finalmente, otra moda son las tarjetas de las tiendas. Estas formidables promociones están disponibles sólo para quiénes “paguen” con tarjetas. Aquel que no la tiene es “castigado”, y no tiene derecho a estas espectaculares “y por pocos días” ofertas

Hace poco pagué una compra en una de estas multitiendas con un cheque. La aprobación de la forma de pago me tomó más de 25 minutos. Al final, se obtuvo el último de tres “vistos buenos” para el cheque. Preocupado y enojado pregunté el porqué de la demora, si muchas veces había pagado la cuenta de la tarjeta con los mismos cheques y no había demora. La razón me la confesó el empleado: “si Ud. hubiese pagado con tarjeta no habría tenido ninguna demora”.

Una última reflexión: se han preguntado cuántas farmacias hay en la ciudad; muchas dirán Uds., pero la mayoría pertenece a sólo cuatro cadenas. La pregunta es válida también para los supermercados; para las ferreterías; etc.

Bienvenida libertad de mercado; a tú salud!

Mientras tanto, ruego para que el almacén de mi barrio no cierre. Quiero seguir sintiéndome persona cuando compro.
Eso.

La Igualdad como forma de desigualdad

“Lo que están esperando las personas que viven en condiciones de pobreza, no es que les demos cosas, sino que seamos capaces de generar vínculos de amistad con ellos, encontrar nuevas oportunidades para salir de esa condición.”
Benito Baranda



Se ha puesto de moda en nuestro país hablar de desigualdad social. El común de los mortales entiende este concepto como la distancia entre ricos y pobres. De manera entonces, que si se habla de aumento de desigualdad social, se refiere a un aumento de la distancia entre ricos y pobres. De lo que sigue que si esto es así, vale decir, que la brecha entre pobres y ricos se ha alargado, entonces eso sería malo para un país. O como lo subtituló un semanario de empresarios y políticos efectuado recientemente, “una vergüenza para Chile”.
Cómo casi todo el mundo coincide con el concepto, parece innecesario detenerse en él y continuar entonces de inmediato con las soluciones. Esta metodología la he visto aplicar siempre en mi vida: actuar de inmediato frente a una causa y buscar rápido la solución. Pero no importa, ni analizar las causas ni adoptar una solución. Hemos sido eternamente light para esto. Todos tenemos opinión, todos tenemos soluciones, pero verdaderamente pocos tienen la voluntad de transformar y cambiar lo malo en algo bueno.
Desigualdad es lo contrario de igualdad. Voy al diccionario de la Real Academia Española y encuentro: “Igualdad: Conformidad de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad”. ¿Queda claro qué es igualdad?, Intentemos una segunda acepción, “Correspondencia y proporción que resulta de muchas partes que uniformemente componen un todo”. ¿Está más claro ahora? Parece que no mucho.
¿Qué queremos al expresar que debemos preocuparnos por la desigualdad social?
¿Que los grupos sociales estén en mayor armonía con la naturaleza, con formas de vida, con tipos de calidad o respecto de cantidades? ¿O que todos los grupos sociales aspiren a una mayor correspondencia y proporción respecto de un todo? Esta segunda interpretación me parece más coherente respecto de lo que creemos de desigualdad social. Pero, así aceptado, ¿este concepto une o es coincidente entre los distintos grupos sociales? La bandera de la igualdad se ha enarbolado como una bandera de lucha demagógica casi siempre. No existe el convencimiento básico de lo que se quiere, y aunque existiese, no existe la voluntad mínima para avanzar en ese propósito; peor aún, ¿quién quiere igualdad? Los sectores más pobres quieren dejar de serlos, o sea, quieren ser ricos, y los ricos no quieren dejar de serlos, obvio. ¿Qué se comparte entonces? Y por otro lado, ¿lo que queremos es una sociedad de ricos? ¿Ser ricos es nuestra máxima aspiración?
Yo sueño con una sociedad desarrollada, en que todo el hombre sea digno de su condición de hombre, que tenga acceso a la educación, pero a una educación de calidad, que tenga acceso a la salud, pero a una salud de calidad, en definitiva, que todo hombre tenga una buena calidad de vida, armónica con el medio ambiente, respetuosa de las individualidades y de las libertades personales, pero solidaria como actitud permanente y no por reacción circunstancial. Una sociedad como la que sueño no parece posible en nuestro país.
Hace poco leía un reportaje en Revista Cosas, sobre las bondades de vivir en el sector de Chicureo, al norte de Santiago. Entrevistaban a una señora, quién justificaba haberse mudado allí, ya que en el condominio donde viven tienen escuelas, parque de diversiones, y hasta una laguna para navegar en botes, gimnasio, spa, cajeros automáticos, aire limpio, sistemas de seguridad sofisticados, en fin, no es necesario salir de aquí, estamos felices, decía.
Esto no puede ser en nuestro país. Son verdaderos gethos de ricos. Y están aumentando. La idea que subyace en esto es: yo no quiero vivir en este país, solo me sirve para darme dinero, para así poderme ir a vivir al getho. Esos niños que crecen en los gethos, ¿cómo serán cuando adultos? No podemos soñar con un país solidario si no nos damos al otro, si no somos capaces de aceptar que hay alguien que está sufriendo más que yo, que hay alguien, en tanto ser humano igual que yo, que la está pasando mal, y que eso me conmueve, que me conmueve en silencio, sin trompetas, sin vociferar, sin dar una cuota para el Hogar de Cristo; me conmueve porque siento que no es justo, porque me siento mal, porque me revela, pero también, porque quiero asumir riesgos, tengo que conocer a ese otro que la está pasando mal, tengo que relacionarme con él, acogerlo, acompañarlo, creer en él.
He tenido el privilegio de participar en iniciativas que responden de alguna manera a esos sueños, de acercar los mundos, ricos y pobres. Y creo que a la larga, yo he sido más favorecido que los que pretendí ayudar. La pedagogía de la pobreza, con su generosidad, sacrificio, solidaridad real, acogida y amistad, no lo he encontrado en los círculos de los ricos. Pero lo más aplastante para mí, es que uno no hace nada y te lo agradecen como si lo hubieras dado todo. Una frase del Padre Hurtado siempre me ha interpelado: “No des por caridad lo que te corresponde dar por justicia”. Desde una perspectiva cristiana, la enseñanza de Jesús es en esa dirección, acercarse entre los mundos, hacer mío el dolor ajeno, ayudar a cargar la cruz, porque me corresponde, no porque te quiero ayudar, no porque soy bueno, buena onda, sino porque lo siento como carga mía.
Si fuésemos capaces de asumir mayores riesgos, para que la próxima vez que nos encontremos con una persona pobre, nos atrevamos a conversar con el, conocer de sus inquietudes, crear vínculos de amistad, y quizás integrarlos a nuestra vida para superar la temporalidad y transformarla en permanencia, en actitud de vida. Lo recomiendo, ustedes saldrán ganando.
Mientras tanto, dejemos que otros continúen masturbándose con las desigualdades sociales. Tienen tiempo para perderlo.
Eso.

Calidad de Vida o Vida de Calidad


Un concepto muy en boga actualmente es el de Calidad de Vida. Es un concepto que puede ser visto desde diferentes puntos de vista, pero que siempre está relacionado con la satisfacción de las necesidades de la persona. Pensar en alcanzar mejores niveles de calidad de vida supone planificar, por lo tanto se requiere precisar con el objeto de abstraer y plantear los puntos de conflicto entre crecimiento económico, el bienestar de las personas y el equilibrio del medio ambiente. Se puede identificar tres aspectos: objetivo (necesidades de las personas, salud, educación), subjetivo (percepción del individuo en cuanto a lo que considera su nivel de bienestar) y una combinación de ambos.
El concepto Calidad de vida supone un efecto organizador de la sociedad, a partir de las transformaciones sociales, del desarrollo económico y tecnológico, y las políticas macro asociadas a éstos.
Que se centre en la persona hará que el concepto calidad de vida tenga alguna utilidad, y no pase de ser una expresión más de muchas que se han esgrimido a través de la historia y que no han servido de nada.
Poner énfasis en la palabra calidad, implica una connotación evaluativa, se evalúa algo en comparación con ámbitos como salud, política, economía, bienestar en general. Pero si hacemos el cambio de orden de las palabras, y decimos Vida de Calidad, pondremos el énfasis en la palabra Vida, que es en definitiva lo que nos importa: Vida en abundancia y de la mejor calidad. Ese es el desafío, esa es la misión, esa es la esperanza. La opción preferencial por la vida, comprometiéndonos no sólo a asegurar la vida, sino que además ésta sea de la mejor calidad. Al enunciar este concepto nos referiremos a que calidad es un adjetivo que supone la búsqueda de la excelencia o superioridad, que hacen más agradable y placentero vivir, mejorando la esperanza de vida. De cómo posicionarnos en un lugar que nos permita sentir que vamos al encuentro con niveles superiores de satisfacción y dignidad de vida, dependerá de una toma de conciencia que importa trascender más allá de nuestras debilidades y obstáculos, más allá de nuestro individualismo, más allá de nuestro “particular” bienestar. Importa en definitiva una suerte de ejercicio interior, que remueva lo mejor de sí para mejor alcanzar una comunidad más armónica, equilibrada, digna.
Supongamos que existiese un proyecto, localizado en una zona rural de la IV región. Una zona de mucha pobreza y de mucha desesperanza. El proyecto implica accionar un efecto multiplicador en la economía local y nacional. Su puesta en marcha significará otorgar empleo en una zona en que la tasa de desempleo es de dos dígitos. Otro efecto es que el proyecto consulta la construcción de casas para sus trabajadores, la habilitación de caminos, y el mejoramiento de los existentes. Un tercer efecto es que el proyecto requerirá para su funcionamiento de bienes que se producen en la zona, lo que influirá positivamente en los productores locales, quienes serán beneficiados directos. Un cuarto efecto se refiere a infraestructura social. El proyecto contempla construir un salón multiuso para recreación y la práctica de deportes de sus trabajadores y también de la comunidad. Finalmente, un efecto no menos importante es que el proyecto consulta inversión en parcelas de agrado, con plantaciones de árboles y áreas verdes, que contribuyan a mantener el aire limpio y preservar el medio ambiente.
El estado del medio ambiente de un país depende fuertemente de la regulación ambiental existente y de su estado económico y legal. La política ambiental del país se basa en el concepto de desarrollo sustentable, que trata de conjugar crecimiento económico con protección del medio ambiente; su definición es “el proceso de mejoramiento sostenido y equitativo de la calidad de vida de las personas, fundado en medidas apropiadas de conservación y protección del medio ambiente, de manera de no comprometer las expectativas de las generaciones futuras”.
¿Qué hace que ese megaproyecto esté en armonía con el concepto de desarrollo sustentable?
Desde luego, parece necesario volver a referirse a la Calidad de Vida. Si bien el progreso económico que evidentemente aportará dicho proyecto, es un tema central por su impacto en la zona, debe también considerarse si además concurre de manera efectiva a la protección ambiental, al cuidado de medio, alcanzando un aseguramiento de la calidad de vida de personas y seres vivos, no sólo ahora sino hacia futuro.
La protección ambiental no puede entenderse como una especie de dilema o freno al desarrollo, sino como parte de él. Es entonces un desafío transversal que el Estado impulse políticas ambientales en forma permanente, perfeccionando la legislación, previniendo y recuperando daños por contaminación de aire, agua o suelo; fomentar la protección del patrimonio y uso sustentable de los recursos naturales; introducir prácticas ambientales en el sector productivo; incentivar la participación ciudadana y desarrollar nuevos mecanismos de gestión ambiental.
Este dinamismo expresado más arriba es estrictamente necesario, y da cuenta de un Estado en alerta en todo momento.
Pero, ¿eso garantiza que no se viole el concepto de desarrollo sustentable?
Esta pregunta trae a la memoria la hermosa carta del jefe indio Noah Seath al presidente de EE.UU., Franklin Pierce en 1854, ”…la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia”.
Aunque tuviésemos una legislación perfecta, si no hay una conciencia ambiental, que nazca desde nuestro convencimiento, desde nuestro compromiso, desde nuestra voluntad más libre, siempre estaremos vulnerables a acortar la vida, a empeorar la calidad de vida. Y cuando termina la vida comienza la supervivencia.
“No sirve de nada decir haremos lo mejor que podamos. Para triunfar hay que hacer lo que sea necesario” ha dicho Winston Churchill.
De manera entonces que frente a ese megaproyecto, se enmarcan dos grandes instancias de fiscalización (o una suerte de garantía de no comprometer el futuro), por un lado el marco regulatorio y legal; y por otro, la propia conciencia de la población que favorezca una mentalidad de proteger y preservar el entorno medio ambiental, no solo presente sino para generaciones futuras. Aunque esto último parezca casi de perogrullo, la experiencia dice que es lo más difícil de lograr, ya que las tentaciones economicistas constituyen una amenaza permanente, y el poder del dinero muchas veces es más fuerte.
Y a ello no sólo concurren los grupos de poder económico, sino también los grupos de poder político. Y el desafío es qué sentimos nosotros frente a esto.
La historia sobre la influencia de los grupos de poder, que sólo piensan en maximizar sus utilidades, a cualquier precio, puede producir desastres ecológicos que se prolonguen por más de una generación. Por ejemplo, en 1984, durante la noche del 2 de diciembre, un escape tóxico originado en una planta de la empresa Union Carbide en Bhopal, (India) provoca uno de los mayores desastres químicos de la historia. En un tanque de metil isocianato (MIC), que almacenaba 40 toneladas, se introdujo accidentalmente agua. La reacción química resultante formó una nube de MIC y otros productos que, en forma de líquido y vapor, se liberó al medio ambiente. Las poblaciones cercanas a la planta sufrieron efectos inmediatos y devastadores. El número de víctimas fatales como consecuencia del accidente fue motivo de controversias, aunque fueron estimadas entre 3.000 y 16.000 personas, mientras que el número de afectados osciló entre las 200.000 y 600.000 personas. Hasta la fecha la empresa no ha respondido fehacientemente a su responsabilidad, y el caso aún se encuentra pendiente.
Otro caso, las grandes empresas tabacalreas, tuvieron que hacer frente en los años setenta a toda una ofensiva de los países desarrollados en contra del consumo de tabaco. La forma de enfrentar esta adversidad de colocar los excedentes de producción por la baja en el consumo, fue invadir los mercados de los países subdesarrollados, especialmente de América latina, con una estrategia que lo incluía todo, hasta la corrupción de los gobiernos locales.
Ejemplos hay por montones. Y las esperanzas que esto cambie no son muy optimistas. El mundo globalizado que permite derribar fronteras comerciales, hace que las inversiones de las grandes corporaciones aterricen en los países más “débiles”, e influenciables desde el punto de vista regulatorio.
Paradojalmente, en Chile, se tiene un caso muy reciente. En enero 2005 fue interpuesto un recurso por el movimiento Acción por los Cisnes, basándose en que la planta de celulosa Celco -una vez que comenzó a operar- presentó 19 incumplimientos respecto de lo autorizado en 1998 por la Comisión Regional del Medio Ambiente (Corema) de Los Lagos, en la Resolución de Calificación Ambiental que permite su funcionamiento. Entre las irregularidades que fueron detectadas destacan un aumento en su capacidad productiva y la descarga de metales pesados al río Cruces en Valdivia. La consecuencia de esto ha sido la muerte de muchos cisnes que habitan en ese sector, debido a que la contaminación dañó las fuentes alimenticias de estas aves, no sólo de los cisnes sino de las taguas y taguitas. En su mejor momento, cohabitaban más de 6.000 cisnes. En abril 2005 no quedan más de 290. Los abogados patrocinantes de la demanda en contra de los contaminadores, han dicho que los tribunales son “el único órgano capaz de defender a los ciudadanos, porque los servicios públicos con competencias ambientales han sido ineficaces en la solución del problema que nos afecta".(El Mercurio 20/04/05).
Como entender que un proyecto que pasó todas las evaluaciones ambientales, transgrede casi burlonamente las normas más elementales. Cómo entender que así como este caso, quizás existan otros proyectos que están poniendo en riesgo la salud de las personas. Y en riesgo hasta la vida. Cómo entender que la aceptación social sea tan flexible que pasen estas barbaridades y aún así nos mantengamos incólumes y pasivos. Cómo entender que si no nos preocupamos en serio y pronto vendrán días más que grises.
¿Veremos pronto mayor optimismo que ahora? Eso está por verse.
Nada mejor para ello que nuestro optimismo. Optimismo de verdad, que nace de la luz. Las palabras de León Felipe, escritas al término de la guerra civil en España, nos permiten terminar este artículo:
“Se ha muerto un pueblo pero no se ha muerto el Hombre, porque aún existe el llanto. Y el Hombre está aquí, de pié, con su congoja al hombro, para comprar el reino de la luz.”


Referencias Bibliográficas:

1.- Calidad de Vida, diversos artículos en la red.
2.- Comisión Nacional del Medio Ambiente.
CHILE: Ejemplos de Desarrollo Sustentable
www.sofofa.cl/ambiente
3.- CEPAL. Procedimientos de gestión para el desarrollo sustentable.
http://www.eclac.cl/
4.- Grandes desastres ambientales
www.iapee.org/ecoclubes